Gracias a las instrucciones que se pueden encontrar en esta camiseta, cualquiera puede plantar un hombre en un huerto o en una maceta. Es fácil, sólo tienes que cuidarlo con cariño, bautizarle y no arrancarle a destiempo, no vaya a ser que el brotante se te quede cojito para toda la vida.
Este es el magistral diálogo entre Elena y Mariano cuando ella le está bautizando para que pueda entrar en el seno de la Iglesia:
MARIANO: Elena, muchas gracias por no
haberme arrancado. Yo sé que es la costumbre, pero también sé que
cuando te quedas con el rizoma al aire, pues cualquier mal viento o la
simple cagada de una moscarda te pueden enviar al otro barrio. A los de
este pueblo no hay que hacerles caso para nada. A veces he pensado que
hubiese sido mejor quedarse ahí abajo, aunque viéndote a ti pienso que
merece la pena haber brotado.
ELENA: Te voy a bautizar, ¿eh?
MARIANO: Lo que tú digas.
ELENA: Esto consiste en echarte un poco de agua en la cabeza.MARIANO: No, si el agua me vendrá incluso bien para crecer.
ELENA:
(Saca del bolso el frasco con agua bendita y se lo echa despacio por la
cabeza) Yo te bautizo con el nombre de... Mariano.
MARIANO: ¿Cómo que Mariano?. ¡¿Cómo que Mariano?!
ELENA: Como mi abuelo...
MARIANO: Pero no me fastidies, mujer, no me fastidies; a mí me apetecía llamarme... ¡Luis Enrique!
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