
Su método resultaba tan sencillo como eficaz. Un diálogo fingido por teléfono que, en realidad, era un monólogo puro y duro. El famoso “que se ponga” fue su sello personal en intransferible. Y, como muestra esta camiseta de humor, una de las situaciones que más satirizó fue la guerra. Un fenómeno que el vivió y sufrió de primera mano, ya que fue combatiente en la Guerra Civil Española, donde estuvo a punto de morir fusilado (los miembros del pelotón estaban borrachos y fallaron y él aprovechó para hacerse el muerto) y, más tarde, fue encarcelado en la misma prisión que el poeta Miguel Hernández.
Unos años más tarde, un improvisado monólogo sobre su experiencia como voluntario en el conflicto le llevó a la fama y a empezar actuar en la radio. Era el principio de los años 50 y la televisión aún no había llegado a España. A finales de los 60 se exilió a Argentina, huyendo de una paternidad no reconocida para regresar definitivamente ya en los años 80. Desde entonces, hasta prácticamente su muerte en 2001, no dejó de hacer reír a los demás.